Aprender es más: hacer realidad el derecho de la educación en América Latina

Comunicacion y prensa, Publicaciones

Una mirada a las cifras de la educación en América Latina y el Caribe muestra el evidente rezago de la región en este campo: la tasa de terminación de primaria para 2015 en trece países fue de 76 % y la de secundaria de solo 50,4 %. Según cifras del BID, la cobertura promedio en 2014 en los primeros niveles educativos (4 a 5 años) se ubicó en 75,9 % y en países como Honduras y El Salvador estuvo por debajo de 60 %.

Los resultados de las pruebas Pisa en 2015 muestran que los países de la región siguen ubicándose en los últimos puestos del ranking internacional de calidad educativa. Según evidencian estas pruebas, los estudiantes no tienen los conocimientos y habilidades mínimas esperadas para su edad, para desenvolverse adecuadamente en la vida y en la academia, ni para enfrentar los retos del Siglo XXI, lo que hace que acumulen grandes desventajas en relación con los estudiantes de otros países o de otros niveles socioeconómicos. Aunque más jóvenes ingresan y permanecen en el sistema educativo y la región ha elevado su ritmo en este sentido, lo cierto es que muchos de los niños, niñas y jóvenes que logran acceder y permanecer en la escuela, no aprenden.

El problema se agrava y las brechas aumentan a medida que los estudiantes descienden en la escala socioeconómica y se alejan de los núcleos urbanos, donde la inequidad, la pobreza y la exclusión son, a la vez, causas y consecuencias del rezago educativo de gran parte de los estudiantes.

Y es que América Latina es la región más desigual del mundo, con 186 millones de pobres en 2016 según Unesco. Si la educación es el mayor motor del desarrollo, es preciso que se garantice este derecho fundamental para crear las condiciones que realmente puedan comenzar a revertir esa situación.

El documento que aquí se presenta apunta a visibilizar la necesidad urgente de aunar esfuerzos alrededor de este propósito desde una perspectiva que busca profundizar y comprender de manera integral lo que implica garantizar el derecho a aprender que, además de considerar los indicadores mínimos del derecho a la educación adoptados por Unesco, tiene en cuenta aspectos determinantes como la garantía de las trayectorias escolares completas, la participación activa de los estudiantes en su proceso educativo y el aprendizaje con sentido y para toda la vida de los niños, niñas y jóvenes.

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