Los procesos de planeación en una institución educativa pasan necesariamente por reflexiones relacionadas con el tipo de ciudadano que se quiere formar, el tipo de escuela que quiere llegar a ser la institución y la definición de logros específicos que desea alcanzar cada comunidad educativa. La planeación debe tener en cuenta resultados y fracasos previos, debe contemplar una lectura objetiva de datos para la toma de decisiones pertinente (información sobre abandono escolar, repitencia, convivencia, relacionamiento con las familias, necesidades de formación docente, resultados de pruebas estandarizadas nacionales e internacionales, demanda laboral de la región, etc.) que se verá reflejada en cada etapa de planeación.

La Fundación Empresarios por la Educación, a partir de su experiencia en proyectos como Ola escolar, Rectores Líderes Transformadores y Comunidades de Aprendizaje ha recogido una noción amplia en la cual entiende los ambientes dignos para el aprendizaje como la integración de los ambientes físicos, los procesos pedagógicos, de convivencia y de articulación con otros sectores y actores para potenciar las oportunidades de aprendizaje de todos y materializar el derecho a la educación.

Una red es entendida como el entramado de interacciones entre pares de directivos y/o líderes educativos que se establece con un sentido compartido para lograr un propósito, cumplir una tarea, resolver una problemática, realizar una actividad o aprender una temática, entre otras alternativas. Esta manera de entenderlo, remite a múltiples sentidos y posibilidades de interacción, dinamizadas por lo que se intercambia y se logra (conocimientos, experiencias, iniciativas, aprendizajes, etc.), pero también, por la condición de establecer que dicho entramado se construya como resultado de la interacción entre pares. (Ríos, Peláez & Giraldo, 2007)

Emprender procesos de planeación puede tener un mayor impacto cuando se logra la articulación y el apoyo de pares y de organizaciones o actores externos al colegio. Hacerlo implica tener una visión territorial y de región que contagiará a los demás a emprender acciones de mejora de esas condiciones de inequidad que se quieren cambiar.

El diseño, construcción y desarrollo de un proyecto educativo institucional no es posible sin la participación de la comunidad educativa. La concepción de comunidad educativa se deriva de la noción que se tenga de escuela y viene ligada a la manera en cómo se dan las relaciones entre estos actores. Así, estudiantes, padres de familia, representantes legales de los estudiantes, exalumnos, docentes, administrativos, personal de apoyo psicosocial y directivos docentes se constituyen en tejido social que trabajan articuladamente hacia un mismo objetivo de mejoramiento educativo e institucional.

El ejercicio de un liderazgo transformador implica, por parte del directivo, potenciar sus habilidades comunicativas, estableciendo canales y procesos de comunicación que permitan una interacción constante con la comunidad, reconociendo sus voces y legitimando sus ideas. Lo anterior, permite que la escuela se configure como un espacio en el que convergen y se reconocen diferentes voces, diferentes posturas, matizando con ello la voz protagónica que suele tener el directivo. De igual manera, en relación con el fortalecimiento del liderazgo, potenciar las habilidades comunicativas permite que el directivo, como líder, logre influenciar e impactar a la comunidad, convocándoles y motivándoles a trabajar de manera colaborativa.